No mates a tu perro lobo

Había una vez un caballero miembro de una élite de formidables estrategas del ejército francés. Se distinguía de todos los demás por su inteligencia y visión para las artes y ciencias de la guerra. Admirado por amigos y enemigos.

Un día al regresar a su villa a las afueras de la ciudad después de una campaña descubrió que su hijo de pocos meses había desaparecido; la cuna estaba vacía y las sábanas esparcidas por el suelo manchadas de sangre.

Su fiel compañero Guinefort, un perro lobo que había rescatado cuando cachorro, lo fue recibir con alegría pero con el hocico ensangrentado y, llegando a la conclusión de que había matado a su hijo, el caballero desenfundó su afilada espada, mató a su perro y arrojó su cuerpo a un pozo. Justo después, escuchó el llanto de su hijo quien estaba en brazos de su madre y lo descubrió ileso junto al cadáver de una serpiente, y se dio cuenta del terrible error que había cometido: Guinefort no había hecho ningún daño a su hijo, sino que lo había protegido de la serpiente.

Moraleja: No mates a tu perro lobo. No tomes decisiones drásticas porque tienes problemas. Domina tus emociones y privilegia la razón.