Todos los seres humanos envejecen, pero no todos maduran.

Vivimos en una cultura obsesionada con la juventud y empeñada en una misión imposible, evitar a toda costa el envejecer, hay toda una industria: cosméticos, cremas rejuvenecedoras, botox, viagra, cirugías estéticas, etc.

Pero ¿Qué beneficios puede aportarnos el aceptar como algo natural el proceso de envejecimiento, en lugar de querer aferrarnos a la juventud?

Nacemos para realizarnos en esta vida, pero el lograrlo depende únicamente de cada uno, puedo perder mi única oportunidad,  puedo simplemente mantenerme respirando, comiendo, acercándome a la muerte, pero esto no será vida, será una muerte paulatina de setenta, ochenta o noventa años, hay millones de personas a nuestro alrededor muriéndose lentamente, tristemente estamos rodeados de muertos vivientes.

Estar vivo no es simplemente envejecer, sino que debe ser crecer, son dos cosas totalmente distintas.

Puesto que cualquier animal es capaz de envejecer, es un privilegio de los humanos el crecer.

Lamentablemente muy pocos actúan conforme este privilegio.

Crecer es profundizar en el principio de la vida. Si miramos como crecen los árboles, estos cuanto más crecen más profundas son sus raíces, no puede existir desproporción entre su altura y sus raíces, ya que de ser estas pequeñas no aguantarán el más leve viento.

En la vida crecer significa profundizar en sí mismo, ahí están nuestras raíces.

En consecuencia debemos convertirnos en buscadores, la vida debe ser una búsqueda no un deseo, no la ambición de convertirse en esto o aquello, sino descubrir ¿Quien soy yo?

Nos pasamos la vida queriendo convertirnos en alguien, pero ¿En quien? Si ni siquiera sabemos quienes somos, no nos conocemos pero tenemos la meta de convertirnos en alguien.

Descubrir nuestro ser es el inicio de la vida y la madurez es saber quien eres.

Mario Montalvo Ortega.