Cuida tus relaciones con clientes y proveedores

Cuida tus relaciones con clientes y proveedores

 
Cuando un emprendedor crea una empresa no la crea en solitario; tiene más compañeros de viaje de lo que cree. Algunos no son socios, ni constan en nómina, ni se sientan junto a él por Navidad, pero tienen mucho interés en que su proyecto funcione bien e incluso tienen una historia en común tan larga como su propia empresa; algunos clientes y proveedores estuvieron al lado del empresario desde el principio, otros se fueron añadiendo con los años, pero forman un entramado de dependencias mutuas.

El económico es un sistema en el que unos dependen de otros; la empresa satisface las necesidades de sus clientes y, al mismo tiempo, sus proveedores le permiten funcionar.

¡Cómo no van a estar interesados en la suerte que pueda correr una empresa a medida que el empresario va envejeciendo!

Si la empresa evoluciona bien, ellos también; pero también las situaciones críticas de la empresa son una señal de alerta, puesto que los riesgos de la empresa también son sus riesgos.

En sentido contrario, también los competidores tienen interés en la evolución de la empresa familiar ; una disminución de la cuota de mercado por un vacío temporal, cualquier signo de debilidad competitiva, es una oportunidad de negocio para las empresas que pretenden los mismos mercados, muy especialmente en una fase de la vida empresarial que todos ellos conocen que resulta crítica en las empresas familiares como la del cambio generacional.

En el centro del sistema, el empresario es hasta tal punto la referencia para clientes, proveedores y competidores, que se identifica como la personalización de la empresa. Las relaciones con la misma serán buenas o malas según sean las que mantienen con el empresario; y éste, por propia naturaleza, va envejeciendo –todos lo hacen– y genera incertidumbre respecto al futuro.

En las relaciones comerciales construidas a lo largo de muchos años, si los Clientes no ven movimientos al frente de la organización cuando es la hora, buscarán proveedores alternativos para cubrir sus necesidades; se asegurarán de no quedarse, por cualquier contingencia, sin los productos o los servicios que necesitan. Los Proveedores, por su parte, no arriesgarán a quedarse sin pedidos, sino que buscarán clientes alternativos o querrán asegurar las condiciones de pago ante cualquier signo dubitativo en la empresa; también los bancos, proveedores de financiación, querrán garantías de futuro para hacer frente a sus préstamos y créditos. Todos ellos intentarán, más o menos abiertamente, despejar sus dudas sobre el futuro de la empresa.

A diferencia del interés que muestran la familia, los empleados o los socios, si los hay, el tipo de interés de clientes y proveedores –aún en el caso de que exista verdadera amistad con unos pocos–, y evidentemente el de sus competidores será pura y llanamente en primer lugar económico, y después emocional, si es el caso.

Un plan de sucesión es un arma muy útil para acallar rumores y despejar dudas de futuro. Para clientes y proveedores significa un cambio en el horizonte y también un cambio de interlocutor; es una evidencia  de la continuidad de sus relaciones más allá del empresario y una oportunidad para seguir ganando juntos.

Por ello, el plan de sucesión debe ser comunicado y debe contar entre sus destinatarios a clientes, a proveedores y al entorno económico, donde estarán situados los competidores. Para algunos será suficiente una nota de prensa, un comentario del jefe de compras o de un comercial en una reunión habitual; para otros, será mejor una llamada telefónica o una conversación personal; para los más importantes, hay que pensar en una presentación personal del sucesor, especialmente en la fase de traspaso con el fin de facilitar el progresivo cambio de interlocutor.

Clientes y proveedores querrán saber dos datos clave: quién va ser el sucesor y cuándo se va a producir el cambio. Respecto al sucesor, querrán comprobar, ya desde los primeros contactos, si tiene las competencias para relevar al empresario y si va a tener la capacidad de decisión que aquél tenía, es decir, si el empresario va a retirarse de veras o no. Y, respecto a la empresa, querrán asegurarse de que, después del proceso de sucesión, mantiene su solidez y su garantía de cumplimiento de los compromisos.

Y, desde luego, sabiendo el papel central del empresario en la historia de la empresa, estarán más tranquilos si saben que aquél no se retira completamente, sino que sigue implicado en la propiedad, que está a mano de su sucesor para ayudarle, que sigue ahí, por si acaso.

Sin embargo, tampoco está exenta de riesgos. Además de tener que superar las sus-picacias a abrir sus puertas a extraños – con intereses económicos distintos–, en el caso de que los resultados no sean positivos se podría resentir la futura relación entre empresarios y, en consecuencia, la colaboración entre ambas empresas.

Más allá de su círculo de colaboradores más próximos, las empresas se mueven en un entorno social que tiene una imagen determinada de la empresa y del empresario.

La mayoría de empresas familiares, aunque hagan publicidad en su área de influencia, carecen de una política de relaciones públicas y desconocen la imagen que tienen de ella en un entorno que, como el económico, va ampliando más sus fronteras.

Las apariciones en prensa y en internet, como la publicidad, deben ser cuidadas y el proceso de cambio generacional es un mensaje positivo de continuidad y que favorecerá su imagen pública.

Un plan de sucesión que va superando etapas y que es comunicado de la forma más adecuada a cada destinatario y en el momento más oportuno es la mejor protección contra la incertidumbre que amenaza a tantas empresas familiares en momentos de relevo generacional. Sus clientes y proveedores seguirán confiando en ella porque garantiza la continuidad de su negocio y minimiza sus riesgos, porque confían en el empresario y en la decisión que haya tomado respecto a su sucesor. Y es también la mejor medicina para las ansias expansivas de sus competidores.

Es muy importante para las empresas familiares contar con un asesor que ayude antes que cualquier otra cosa, a conciliar los intereses y clarificar la visión en un ambiente cordial y de excelente comunicación que propicie una sucesión exitosa.

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