El día que conocí a Sabines

El día que conocí a Sabines

 
"La poesía no es de quien la escribe, sino del que la necesita”. 

Empezaré con contarte la historia del poemario que inspiró esta propuesta.

Todo empezó hace meses cuando me percaté del hecho que "la mayoría de los libros que he leído son traducidos de otro idioma”, (frecuentemente inglés) y pensé "tengo que leer más autores latinoamericanos”. 

Tiempo después al no tener un buen libro que leer, reacomodé mi estante de libros. 

Tengo la suerte de tener a unos papás que son dueños de varios libros. En el estante de mi mamá encontré la edición limitada que Telmex sacó, se trataba de una colección de poemas de Jaime Sabines, "Recogiendo Poemas”.  

Al haber estado ya adentro del mundo de la poesía desde antes y estar cansada de poemas de amor; (en ese momento solo tenía un poemario llamado "De Todo Corazón 111 Poemas de Amor”), llamó mi atención.

Ya había encontrado "El Libro”. 

Siendo así me apresure a reacomodar todo y por fin abrí sus páginas. Aunque el exterior lo percibí usado y sucio, sus hojas eran blancas y parecían nuevas. 

Después de haber leído unos cuantos poemas llegue a "Los Amorosos”, fue lo que no estaba buscando pero si lo que necesitaba. De alguna manera al leerlo se reflejó sobre algunos de los poemas de mi libro anterior. 

Eso lo hizo especial. 

Con ustedes "Los Amorosos”: 

Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.

Ana Laura Azcorra Rivero es estudiante del Colegio Iberoamericano de Mérida y de la Escuela de Ballet Eduanu, tiene pasatiempos entretenidos como hacer manualidades, resolver sopa de letras, es una gran lectora y disfruta de series y películas de plataformas digitales. Es seguidora de creadores de contenido como Holly Tuggy, Toxo Moroxo y canales de entretenimiento en YouTube. Es colaboradora de la Sección de Entretenimiento del Portal Líder Ejecutivo.


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