El optimista considera que  sus dificultades son temporales y que las podrá controlar.

Que están relacionadas con una situación en concreto.

Dice, "no hagamos de esto una tragedia”,  "ningún mal es eterno”, "a toda capilla le llega su fiestecita”, "seguro que existe una solución”,  "siempre he salido del atolladero "

El pesimista por el contrario considera:

Que sus problemas no se van a acabar.

Que no son situaciones que pueda controlar o tengan un arreglo.

Escapan totalmente de mi control, no está en mi ámbito de habilidades.

Todo lo que hago sale mal "si compro un circo los enanos van a crecer”, "si pongo una fábrica de sombreros la gente empezará a nacer sin cabeza”.

Haga lo que haga el resultado siempre será el mismo.

Nací con mala estrella mi destino es fracasar.

Dicen los Psiquiatras que un gran número de nuestros contemporáneos están invadidos por un sentimiento de inseguridad, mismo  que está íntimamente ligado al pesimismo, los pesimistas son crónicos ansiosos y de la duda, son irritables, no confían no solo en el mundo sino ni en ellos, viven con miedo a ser humillados, abandonados, ignorados.

El optimista por el contrario confía en poder hacer realidad sus aspiraciones y que con determinación, paciencia, inteligencia y decisión terminará logrando sus objetivos, de hecho normalmente termina  lográndolos.

Por ello si el optimismo es una visión de la vida que podemos cultivar, urge poner manos a la obra y dejar de dudar y quejarnos.

Aunque la influencia de quienes nos educaron haga que nuestra actitud tienda hacia el pesimismo, podemos hacer que nuestra manera de interpretar el mundo evolucione de manera positiva, no olvidemos que nuestra mente es maleable y nosotros somos los creadores de la realidad.

"¡Qué maravillosa sería la sociedad de los hombres, si cada uno pusiera leña suya en el fuego en vez de llorar sobre cenizas!”           Alain